sábado, 1 de febrero de 2014

El secreto del Zen consiste en sentarse, simplemente, sin finalidad alguna ni espíritu de provecho, en una posición de gran concentración.
   Esta forma desinteresada de sentarse se llama za-zen; za significa sentarse y zen meditación, concentración. La enseñanza de la posición, que es transmisión de la esencia Zen, tiene lugar en un dojo (lugar de la Vía).
   La práctica del za-zen es de gran eficacia para la salud del cuerpo y del espíritu, que se encaminan a su condición normal. El Zen no puede enmarcarse en un concepto, ha de ser practicado; es, esencialmente, una experiencia. No se subestima la inteligencia, sólo se busca una dimensión más alta de la conciencia no ceñida a una visión unilateral de los seres y de las cosas. El sujeto está en el objeto y el sujeto contiene al objeto. Se trata de sobrepasar, con la práctica, todas las contradicciones, todas las formas del pensamiento.
   La expresión filosófica del budismo Zen no tiene nada que ver con un sistema de pensamiento apremiante y rígido; por el contrario, es la transmisión de conceptos que proceden de una experiencia milenaria y cambiante a la vez: la del despertar.
   La idea clave es Aquí y Ahora; lo que importa es el presente. La mayoría de las personas tienden a pensar, angustiadamente, en el pasado o en el futuro; en vez de estar completamente atentas a los actos, palabras o pensamientos que se suceden en el momento. Estar presente en cada gesto, concentrarse Aquí y Ahora, ésta es la lección Zen. A ella podemos añadir la fórmula sentarse (shikantaza) simplemente, sin fin determinado ni espíritu de provecho (mushotoku).
   El maestro Dogen decía;

                          Aprender Zen es revelarnos,
                          revelarnos es olvidarnos,
                          olvidarnos es desvelar la naturaleza de Buda,
                          nuestra naturaleza original.

   Volver al origen. Comprendernos a nosotros mismos. Conocernos profundamente. Encontrar nuestro verdadero yo. Esencia eterna de todas las religiones, de todas las filosofías, fuente de sabiduría, agua viva que brota de la práctica regular de za-zen.
  
   Si abrimos las manos podemos poseerlo todo. Si estamos vacíos podemos contener el Universo entero. Vacuidad es la condición del espíritu que a nada se anuda. El maestro Sekito, célebre maestro chino, ha escrito:
                                    
                               Aunque el lugar de meditación sea exiguo,
                               contiene el Universo.
                               Aunque nuestro espíritu sea ínfimo
                               contiene lo ilimitado.

   El Zen está más allá de las contradicciones. Las incluye y sobrepasa. Tesis, antítesis, síntesis, más allá. Cuando los maestros Zen responden a sus discípulos con un enigma que parece una bufonada, no se trata de una broma absurda. El maestro se esfuerza siempre en ir más allá de la razón. Si le decís “blanco”, él contesta “negro”. No sostiene una tesis, formula el polo opuesto de la proposición para que el interlocutor encuentre por sí mismo el justo medio.
   Sin duda ciertas formas religiosas son excelentes para un lugar y tiempo determinados. El Zen, práctica de la esencia, experiencia de lo originario, sobrepasa el espacio-tiempo, puede ser eje de la evolución por su carácter universal y su simplicidad. Como el torrente de la primavera despierta los campos, el Zen provoca una revolución interior, una mutación del ser. Cuando no se evoluciona se involuciona. Si no se crea se muere. Si tu mano derecha está impedida, utiliza la mano izquierda.
   Despertar, crear, intuitivamente; cada uno de nosotros hace civilización. El Zen es educación silenciosa.



 

CADA UNO CON SU DESTINO.          

 Un samurai, conocido por todos por su nobleza y honestidad, fue a visitar a un monje zen en busca de consejos, No obstante, en cuanto entró en el templo donde el maestro rezaba, se sintió inferior, y concluyó que a pesar de haber pasado toda su vida luchando por la justicia y la paz, no se había ni tan siquiera acercado al estado de gracia del hombre que tenía frente a él.
-¿Por qué me estoy sintiendo tan inferior? – le preguntó, no bien el monje hubo acabado de rezar. – Ya me enfrenté muchas veces con la muerte, defendí a los más débiles, sé que no tengo nada de qué avergonzarme. Sin embargo, al verlo meditando, he sentido que mi vida no tenía la menor importancia.
-Espera. En cuanto haya atendido a todos los que me han buscado hoy, te daré la respuesta.
Durante todo el día el samurai se quedó sentado en el jardín del templo, viendo como las personas entraban y salían en busca de consejos. Vio como el monje atendía a todos con la misma paciencia y la misma sonrisa luminosa en su rostro. Pero su estado de ánimo iba de mal en peor, pues había nacido para actuar, no para esperar. Por la noche, cuando ya todos habían partido, insistió:
-¿Ahora podrá usted enseñarme?
El maestro lo invitó a entrar y lo llevó hasta su habitación. La luna llena brillaba en el cielo y todo el ambiente respiraba una profunda tranquilidad.
-¿Ves esta luna, qué bonita es? Ella cruzará todo el firmamento y mañana el sol volverá a brillar. Solo que la luz del sol es mucho más fuerte y consigue mostrar los detalles del paisaje que tenemos a nuestra frente; árboles, montañas, nubes. He contemplado a los dos durante años, y nunca escuché a la luna decir “¿Por qué no tengo el mismo brillo que el sol? ¿es que quizás soy inferior a él?”
-Claro que no, -respondió el samurai,- la luna y el sol son dos cosas diferentes, y cada uno tiene su propia belleza. No podemos comparar a los dos.
-Entonces, ya sabes la respuesta. Somos dos personas diferentes, cada cual luchando a su manera por aquello que cree, y haciendo lo posible para tornar a este mundo mejor; el resto son solo apariencias.

* Es parte de nuestra naturaleza el pensamiento, y es el pensamiento el origen del dolor siempre que no se tome con la medida acertada. Una faceta de nuestro pensamiento es el compararnos y debemos saber que nosotros somos únicos, somos diferentes a otros y tenemos cualidades diferentes. Tenemos que aprender a valorar nuestras cualidades para así aumentar nuestra autoestima, solo queriéndonos a nosotros mismo seremos capaces de querer a los demás. Y si nos comparamos, siempre encontraremos cosas que mejorar, defectos que eliminar, seremos más competitivos y en definitiva, más infelices.

                                                                                                                            Lobo.

3 comentarios:

  1. Muy buena la lectura!! Hay que empezar por quererse a uno mismo y saber que cada persona es un mundo diferente, sentirse conforme con lo que se hace y no dejar que los pensamientos de otros te cambien...
    Estoy empezando a meditar desde hace unos meses y desde luego te ayuda a ver el mundo que te rodea con otra perspectiva.
    Me ayudo a empezar está meditación guiada en http://www.meditacionsana.com/guiada/ espero que os ayude.
    Un Saludo y gracias por la lectura!

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